#HuacaQué
Después de Huacánamo, con esa tilde invitada, este nombre es el más extendido. Al investigar para esta entrada, descubrimos una historia curiosa: La Universidad Agraria de un país centroamericano compró unos ejemplares de Maleza (Editorial Huacamano) para sus programas regionales de enseñanza. Con ese título no queríamos engañar a nadie -queda claro que se trata de un libro de poesía- pero quizás la portada, el título, no sabemos qué, pudo confundir. En fin: Poesía en el campo. Huacamano podría ser una hacienda, una extensión de pasto, recuerda a imperio, animal, cosa exótica. Total, es un movimiento interno de consonantes. Se entiende, y más cuando lo escriben mal pero le ponen un enlace que te envía a la web de la editorial, donde puedes leer bien el nombre. Ahí puedes apreciar el interés de quien escribe.
Por cierto, con este nombre nos han dado lecciones de honestidad y feminismo a partes iguales. En 2012, un tal Juan Mal-Herido (en realidad, Alberto Olmos) escribía en su blog de eldiario.es una arenga contra la vanidad de autores y editoriales tomando como ejemplo el texto de solapa de uno de los libros de Huacamano donde se lee algo así como «uno de los mejores escritores de su generación». Hay un párrafo que da con la clave, pero pasa por él tan de puntillas que queda como anécdota, siendo toda una realidad. Gracias.
Otro muy bonito, de 2014, es el artículo de la escritora Rosa Regás, en su sección ELLAS, titulado «Banalización del mundo literario. ¿Quién es el culpable?». Parece ser que el culpable es el hombre, el género masculino, el machote. Para llegar a esta conclusión utiliza un libro de nuestra colección de narrativa, asegurando que Huacamano es la editorial. Gracias.
Y es que muchas voces se han visto ofendidas, pero como la culpa es de la editorial Huacamano, a nosotros ni nos va ni nos viene.